Miércoles, 29 Noviembre 2017 08:47

Una ausencia presente, el amor que la guerra le arrebató

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Las viudas de nuestros héroes son numerosas y en gran medida se encuentran relegadas del debate público acerca de la reparación y las medidas de no repetición. Sin embargo, sus experiencias de dolor y angustia son ejemplo para la sociedad de tesón, resiliencia y pujanza. En esta ocasión queremos rendir homenaje al valor de esas mujeres relatando la historia de una de ellas.

Dicen que algunas personas pueden presentir cuando a un ser querido le sucede alguna desgracia, y que a veces hay señales fatídicas que confirman estos aciagos pensamientos. Eso sintió Alba cuando vio a la mariposa negra que se acababa de posar en la ventana del almacén donde trabajaba, y la imagen uniformada de su esposo militar cruzó inmediatamente en sus pensamientos.

Luego, recordó que esa misma mañana habían dicho por la radio que durante la noche anterior se habían presentado combates entre el Ejército y la guerrilla por los lados de Sácama. Una grieta se abrió en lo profundo de su alma en ese momento.

Sin embargo, decidió no prestarle atención al tema. Alejó con algunos argumentos racionales la preocupación provocada por la superstición, y siguió trabajando en el balance de cuentas que tenía que entregar al final del día. Pero el recuerdo de la llamada de Mesías el día anterior era lo único que resonaba en su cabeza, cruzándose las sumas y las restas del inventario ingresado durante el día con las promesas de un pronto regreso después de tanto tiempo separados.

La angustia creció cuando entró la llamada de Tumay, uno de sus compañeros, cuyo apellido apareció de repente en la pantalla de su celular, como una sentencia irrevocable del destino, hacia el final de la tarde. No quiso contestar. Rechazó la llamada varias veces. Y cuando por fin se sintió con el valor de hablar con ese emisario de la muerte que con tanta insistencia la solicitaba, le gritó que no tenía nada que hablar con él.

Igual eso no impidió que Tumay se presentara en la puerta su casa a la mañana siguiente, luciendo un uniforme impecable y con el rostro descompuesto, para decirle que lo acompañara, que al comandante del Grupo le urgía hablar con ella. Decidida a enfrentar a lo que viniese, se subió a la camioneta que esperaba a Tumay y fue hasta las instalaciones del Grupo Guías de Casanare, la unidad a la que pertenecía su esposo, el Soldado voluntario Mesías Mendoza, quien había caído en un combate contra el Frente 28 de las Farc el día anterior en la madrugada.

Ha olvidado lo que sucedió momentos después que el coronel del Guías le confirmó todos los presagios que la acorralaron en la víspera. Pero lo que Alba sí recuerda es el día que se topó por primera vez con el joven soldado en las calles del pueblo en el que creció, y la manera súbita en que un fuego incontenible comenzó a surgir entre los dos.

También atesora como un vívido recuerdo cuando abandonó su llano natal y fue a buscar, junto a él, una nueva vida en las frías tierras de los páramos.

Junto a Alba quedó Tatiana, la única niña que concibieron y que era el más fuerte vínculo que los unía cuando se prolongaban las largas temporadas de patrullaje en el área. Ella no recuerda casi nada de su padre, era muy pequeña cuando su deceso. Pero igual que la última ceniza que pervive en lo profundo de una hoguera, la reminiscencia de un hombre uniformado yace en sus recuerdos.

Igual que cientos de miles de mujeres más, Alba ha tenido que levantarse con su hija y seguir recorriendo el camino con su propio esfuerzo, pues el conflicto se llevó al apoyo y compañía que alguna vez pensó que iba a estar ahí para siempre. Como todas ellas, Alba persiste en su diaria lucha contra la precariedad, la indiferencia y el olvido.

Leído 👁️ 1011 vistas Veces Última modificación el: Miércoles, 29 Noviembre 2017 16:22