Por: Cristina Maya- Academia Colombiana de la Lengua
Delfín Rivera es un autor prolífico que une, al cultivo de la poesía, el interés por mantener viva la cultura de su tierra, a través de encuentros literarios y la difusión de sus valores. En Cantos de Alcaraván, sus temas principales son lo político, lo amoroso, lo erótico y lo autóctono llanero. Los poemas amorosos, que abarcan casi la totalidad del libro se desbordan en emotivas expresiones donde el paisaje y la mujer a la manera de los románticos, se identifican. Nos recuerdan ciertos acentos de esa poesía vital ligada a la tierra que algunos de nuestros poetas elaboraron con virtuosismo.
Cuando duermo en tu lecho, redescubro
El sabor de tus frutas terrenales
El calor de tu fuente con que inundo
Las hogueras que funden mis metales
Son entonces el agua, el aire, en fin, los cuatro elementos de la naturaleza, los que frecuentemente concurren en esta poesía, los que se hacen verbo y carne en el lenguaje, los que vemos transcurrir en cada verso, en la mirada que el poeta dirige a su entorno y se convierte en constante motivo de su inspiración. “La Curiara del amor” es un bellísimo poema donde se interioriza no solo la pasión amorosa sino el paisaje, creando entre los dos un vínculo que nos lleva a pensar que, en ningún otro lugar como en el entorno llanero, nos encontramos en los umbrales de lo verdaderamente americano, marcado por esas grandes extensiones vegetales y por sus típicas costumbres regionales. Por ello el río se convierte en parte de las vivencias más íntimas y es, por lo tanto, motivo de inspiración poética para Delfín Rivera:
Era una curiara en el río
Era la pasión en mis tormentas
Era la soledad en el hastío
Y los besos espumosos de tus trenzas.
Navegaba en ti, fantaseaba
Viajando contigo a iluminar los huertos,
Con aromas de ansias y frutas deseadas
En el ardiente faro de los puertos.
Amante mía, escucha la curiara,
Acerca el oído, escucha la brisa,
Escucha la curiara, la curiara,
Navegar por mi cuerpo y tus sonrisas.
Río y curiara se entrelazan, forman parte de una conjunción amorosa que le dan sentido al entorno natural. El poeta es solidario con la naturaleza, pero también con la compañera, que es más que esa mujer enteramente idealizada.
Bajo el techo estrellado de mi patria
entrelazar nuestros fuegos, compañera,
avivar la esperanza que se escapa
es el descanso que mi ser quisiera.
El amor se visualiza, ante todo, en una relación de compañerismo. Nada más diciente entonces que estos versos: “… Fundirme en la inagotable /fuente de tus pensamientos y verterme/en la idílica ensoñación de tus ideas.” Pensamientos e ideas que el hombre comparte con la enamorada de forma unívoca. Porque no es frecuente que nuestros poetas hayan cantado al amor en ese tono de acercamiento sensual pero también intelectual como lo hace Delfín Rivera. Así se comparten los afectos, pero también los ideales:
Huelo tu fragancia…
me alimento
y me transformo
en el hombre americano
que labra en el cauce de los vientos
su pasión, su patria y su destino.
Y así van entretejiéndose uno a uno estos poemas de amor que son a veces exaltación vital, otras ausencia y tristeza, otra pasión, para confluir en otro de sus amores: la tierra natal. Por eso, en sus “Cantos llaneros”, Delfín Rivera se expresa como el nativo que conoce a fondo todas las tradiciones de su entorno; cultor de ellas como el que más y de todo el acervo lingüístico de su región. El poema “Llanero soy” refiere esta experiencia desde la infancia. La hora de la madrugada, el baño, el procaz desayuno y finalmente el ordeño; luego la elaboración del queso, la cuajada, el mielmesabe y el cuajo. Más tarde la revisión de los potreros para domar, capar y arrendar los caballos. El lenguaje típico de los Llanos se ostenta en estos versos como un importante aporte lingüístico para el conocimiento cabal de este entorno.
Nariciando, cacheriando
cadenetiando al becerro
arcionando, arrebiatando
cagaleriando y corriendo
res que salía del rodeo
se le obligaba al regreso.
Asimismo, se refiere a su rancho de adobe y bahareque, a las opulentas comidas típicas y a la música expresada en el joropo y la copla, para terminar, diciendo:
De costumbres de mi tierra
Tengo el poyero cargado
Me sirven de bastimento
Si voy en mi rucio cano
¡costumbres vuelen al viento!
Defendamos nuestro llano.
¡Cómo nos recuerdan, estos versos, a José Hernández, el poeta argentino de la vida del gaucho en el Martín Fierro!
Habría que aludir también a estas coplas donde se revelan también los mitos y creencias de su pueblo:
Dicen que el que toma agua
Del tinajero sagrado
Jamás se va de mi llano
Y se queda para amarlo
Porque se toma el espíritu
Del silbón y Juanilario.
Conocer, amar y defender las costumbres típicas de la región nativa es hacer patria y cimentar la identidad, especialmente en estas épocas, en las que la globalización amenaza con borrar las fronteras y uniformarlo todo, olvidándose de la cultura íntima de los pueblos. Delfín Rivera ha acudido a este llamado de preservación y ello constituye un gran valor más cuando se hace a partir del mismo lenguaje regional símbolo inequívoco de su tierra. Por eso escribe poesía, como un testimonio, como un legado.
Sus poemas libertarios son otra faceta de sus inclinaciones poéticas. Allí está en hombre rebelde, soñador de la equidad, el que busca la libertad por encima de todo, pero también el que añora la paz. En un país como el nuestro que ha estado en guerra por tantos años, es imperativo buscarla. Por ello nuestro poeta hace un llamado urgente en sus poemas:
Aniquilemos el campo de la guerra
Con granadas de versos
Con tanquetas repletas de alimentos
Y con réquiem para la miseria.
Contra la violencia, el poema; contra la opresión, la libertad. Este es el mensaje preponderante de Delfín Rivera. Así transcurren por este libro figuras como Manuela Beltrán, Jorge Eliécer Gaitán, Camilo Torres, los estudiantes rebeldes y todos aquellos que han levantado su voz en nombre de la libertad. En todos estos poemas hay siempre una voz de optimismo, pero sobre todo un entusiasmo y cierto apasionamiento por lo político no siempre el más optimo para la poesía sobre todo cuando se trata de personajes del momento y circunstanciales. Hay quienes dicen que la poesía política es la menos perdurable.
De todos modos, Delfín Rivera, como ya lo afirmarnos en líneas anteriores, rescata en su poesía un mundo propio, una hermosa e importante región de Colombia con verdadera emoción y esto lo consagra como a uno de los grandes valores de su tierra.
Bogotá, diciembre de 2017